CONCEPTUALISMO
Pablo Vega Herrera
p_thc@hotmail.com
Arte conceptual ¿A que nos referimos cuando usamos esta frase?, Surgen dos significados, el análisis de lo entendido y catalogado con el concepto de arte y el propio concepto de arte, modelos intelectuales separados de cualquier interés por la concreción.
El arte conceptual se desarrolló a finales de la década de los sesenta e inicios de los ochenta del siglo XX. Los orígenes se encuentran en la obra de Marcel Duchamp, artista francés que afirmaba que el concepto era más importante que el objeto artístico.
La característica principal de esta corriente es el predominio de los elementos conceptuales sobre los puramente formales. Así pues, el arte conceptual es una forma de expresión que intenta evitar el estímulo óptico a favor de los procesos intelectuales que el público es invitado a compartir con el artista. Para ello, esta disciplina artística se fija en los ambientes cromáticos, en los luminosos, y en las variaciones sobre la naturaleza.
¿Cuál es la ideología de este tipo de arte? El arte conceptual se define claramente opuesto a la burguesía y contrario al consumo, ya que se considera que la obra no es dueña de nadie. Los artistas del arte conceptual se valen de métodos inusuales y diversos para presentar la idea de su obra. Eligen fotografías, vídeos, documentales escritos, grabaciones, presentaciones de actos en público y muchos otros materiales efímeros que les sirven para documentar sus ideas o explicar eventos que ocurren fuera de los museos. Uno de los ejemplos tempranos del arte conceptual es “Una y tres sillas”, una creación de Joseph Kosuth, artista estadounidense que en 1965 crea una obra con una silla como protagonista central. La obra en cuestión consiste en una silla plegable de madera, una fotografía de una silla y una ampliación fotográfica de la definición de silla extraída del diccionario. Con ello este artista conceptual busca que el público conteste en cuál de los tres elementos se encuentra la identidad del objeto: ¿en la cosa misma, en la representación o en la descripción verbal? ¿Puede descubrirse la identidad de la silla en uno, en algunos, en todos, o en ninguno de ellos?
A finales de la década de 1980, el arte conceptual experimenta un fuerte resurgimiento, justo cuando la atención del mundo del arte de vanguardia se orienta hacia la obra basada en el tema y el contenido. No obstante, por su carácter efímero, el arte conceptual dejó pocas obras en los museos. Sólo quedaron las fotografías y las declaraciones impresas (libros, catálogos y folletos) sobre los proyectos. En consecuencia, la respuesta es menos precisa, pero la dirección indicada es clara, hubo un cambio de la atención desde la concreción física hacia la idea del arte. A menudo se ha supuesto que la propia concreción ya no tiene gran importancia, unas pocas declaraciones en un pedazo de papel servirán del mismo modo que una obra producida por los métodos tradicionales y en materiales tradicionalmente aceptados. Aún aquellos artistas que continúan haciendo escultura o pintura sobre tela han sido afectados por la nueva manera de pensar, ya que la obra de arte puede ser vista esencialmente como el plano de un proceso de pensamiento, una reseña visible de todos los pasos que han sido necesarios para lograr un determinado resultado final.
El arte conceptual "puro", arte sólo de declaraciones, o arte donde se pide al público que encuentre su satisfacción siguiendo al creador paso a paso en su proceso de pensamiento, sin pedir a éste que tome una forma más concreta que palabras o diagramas en papel, parece también sufrir de esta forma de impropiedad en un grado aun más fuerte. Evidentemente, la naturaleza pública de una exhibición artística muy a menudo parece inadecuada para lo que está siendo hecho por el artista conceptual.
Partiendo del uso deliberado de materiales y técnicas inapropiadas, como en el caso de Dubuffet, el arte del siglo XX ha progresado hasta un deliberado desajuste con los medios de expresión y con el marco dentro del cual existe. En parte, por lo menos, esto parece una inevitable consecuencia de las transferencias de interés desde el objeto artístico hacia el artista. El artista moderno desea estacarse cada vez más como su mejor y más auténtica creación.
El ingenio que brilla en Soy un verdadero artista, por el conceptualista británico Keith Arnatt, parece ejercido a expensas de la profesión que ha elegido. Mientras propone la cuestión de una definición válida de la realidad, como se pretende que haga, propone más peligrosamente la cuestión de una válida definición del arte. Si todos los valores residen en la personalidad del artista, que logra un momento de autorreconocimiento, y entonces le está permitido hacer cualquier demanda que desee al público, entonces no podemos protegernos de la charlatanería. Éste es un temor que ha sido expresado miles de veces desde el comienzo del movimiento moderno, pero nunca ha parecido tan válido como ahora.
Lo que ahora está en conflicto es la nueva visión que el artista tiene de sí mismo y la visión que el público tiene de él, y la lucha se hace más aguda por el hecho de que el arte de la extrema avant-garde, ahora se destaca por su casi total dependencia de la subvención gubernamental. Se ha escapado del mercado para lanzarse sobre la misericordia de la burocracia cultural. El atractivo público que tiene es el atractivo de la curiosidad. Puede ser radical en política, pero es profundamente elitista en sus actitudes para con el público.
Pero, aceptados estos defectos, uno debe reconocer que el artista moderno continúa explorando su propia humanidad y las posibilidades de la imaginación humana con admirable y aun heroica persistencia. Algunos artistas se inclinan a proponer un veredicto completamente negativo sobre el futuro del hombre, pero la mayoría todavía parece ver al arte como expresión de fe en lo que le pueda suceder a la humanidad.
El arte actual, gracias a Marcel Duchamp, atañe principalmente a la inteligencia y a las ideas por encima de la manualidad. El debate sigue abierto y su formalización responde en gran medida, a una época y contexto particulares. Lo que conduce al corazón de esta actividad que llamamos arte es la interacción práctica, no la teoría académica. El maestro Fernando Botero se alinea al lado de quienes atacan el arte conceptual: “El arte ha ido despojándose de expresión, de formas. De arte. Lo que ve uno es un proceso de pérdida que acaba con la pintura. Si Poussin dijo que Caravaggio vino al mundo a destrozar la pintura porque llevó a los lienzos a los campesinos de manos sucias y las vírgenes eran mujeres del pueblo, yo digo que Marcel Duchamp, cuando llevó un orinal a una exposición, hizo lo mismo. Con ese gesto inventó el ready made y la pereza en el arte. Acabó con todo” Estamos convencidos de que buena parte del arte contemporáneo es un engaño. Las obras que responden a problemáticas actuales no se van a acabar, como tampoco se van acabar la pintura y la escultura academicistas. Se trata de una discusión menor. Al arte no hay que buscarle significados, el arte es arte sin importar la etiqueta. Como es posible que no haya acuerdo sobre si el arte conceptual tiene o no la misma validez que la pintura y la escultura que todos reconocen como arte, lo que es evidente es que el divorcio entre los dos tipos de manifestaciones ha hecho, los museos y los festivales sean el espacio para las formas tradicionales, mientras que las galerías y las bienales lo son para las de vanguardia. Las pugnas entre tradición y vanguardia son de siempre y no será esta la primera vez que se resuelva.
Nosotros como estudiantes de una institución académica, cursando una carrera artística, nos hemos dado cuenta de las tendencias a este movimiento, por parte de nuestros mentores, estructurando el plan de estudios y aplicando esta manera de hacer pensar al estudiante, en conceptos, en argumentos, temas profundamente estudiados. Excusas que avalen la decadencia o la falta de capacidad de aplicación y manejo de las técnicas, de una persona que se está dedicando al estudio de las artes visuales.
En el peor de los casos, observo la falta de compromiso del estudiante ante tal situación, el arte es una buena factura de trabajo, una buena aplicación de técnica, debe de causar impacto, experiencias estéticas, asombro ante el espectador, y de tras de ella ese concepto que es de igual peso, por eso la idea la que orilla al artista a realizar la obra, la reflexión o cuestionamientos que se hace el artista, son los motores que hacen a un creador comprometido, realizar sus trabajos de calidad y hacer de oficio un arte.
Trabajar esos conceptos y cuestionamientos que se hace el creador, en las diferentes técnicas visuales, en busca de respuestas, físicamente planteadas en forma de series de trabajo, ejercicios de taller, bocetos, esculturas, etc.
Si tu idea la tienes bien planteada, escudriñada, periféricamente explorada, tu imaginación se va por esos caminos de creación que los artistas logran conectar, lo que llamamos proceso creativo. Te abre el panorama de la diversidad de maneras de plantear esa idea, ese concepto. Sin caer en el abismo de la pieza pobre, pero bien sustentada. La argumentación no es el telón que debe cubrir un trabajo dedicado de oficio, pero parece ser satisfacer las banalidades de los monopolios del arte posmoderno y de los líderes de los monopolios del arte, pero es en las entrañas de las academias y los talleres donde los mentores y directivos, conscientes del fenómeno conceptualista, deben abordarlo de manera equilibrada e inteligente para que la formación logre el cambio buscado y no se estanque en esta idea, tanto por los estudiantes futuros creadores como los ideales de búsqueda de todos los artistas ya formados, maestros y autónomos y quizás se logre el fenómeno de ruptura y nazca una tendencia innovadora.
Pablo Vega Herrera
p_thc@hotmail.com
Arte conceptual ¿A que nos referimos cuando usamos esta frase?, Surgen dos significados, el análisis de lo entendido y catalogado con el concepto de arte y el propio concepto de arte, modelos intelectuales separados de cualquier interés por la concreción.
El arte conceptual se desarrolló a finales de la década de los sesenta e inicios de los ochenta del siglo XX. Los orígenes se encuentran en la obra de Marcel Duchamp, artista francés que afirmaba que el concepto era más importante que el objeto artístico.
La característica principal de esta corriente es el predominio de los elementos conceptuales sobre los puramente formales. Así pues, el arte conceptual es una forma de expresión que intenta evitar el estímulo óptico a favor de los procesos intelectuales que el público es invitado a compartir con el artista. Para ello, esta disciplina artística se fija en los ambientes cromáticos, en los luminosos, y en las variaciones sobre la naturaleza.
¿Cuál es la ideología de este tipo de arte? El arte conceptual se define claramente opuesto a la burguesía y contrario al consumo, ya que se considera que la obra no es dueña de nadie. Los artistas del arte conceptual se valen de métodos inusuales y diversos para presentar la idea de su obra. Eligen fotografías, vídeos, documentales escritos, grabaciones, presentaciones de actos en público y muchos otros materiales efímeros que les sirven para documentar sus ideas o explicar eventos que ocurren fuera de los museos. Uno de los ejemplos tempranos del arte conceptual es “Una y tres sillas”, una creación de Joseph Kosuth, artista estadounidense que en 1965 crea una obra con una silla como protagonista central. La obra en cuestión consiste en una silla plegable de madera, una fotografía de una silla y una ampliación fotográfica de la definición de silla extraída del diccionario. Con ello este artista conceptual busca que el público conteste en cuál de los tres elementos se encuentra la identidad del objeto: ¿en la cosa misma, en la representación o en la descripción verbal? ¿Puede descubrirse la identidad de la silla en uno, en algunos, en todos, o en ninguno de ellos?
A finales de la década de 1980, el arte conceptual experimenta un fuerte resurgimiento, justo cuando la atención del mundo del arte de vanguardia se orienta hacia la obra basada en el tema y el contenido. No obstante, por su carácter efímero, el arte conceptual dejó pocas obras en los museos. Sólo quedaron las fotografías y las declaraciones impresas (libros, catálogos y folletos) sobre los proyectos. En consecuencia, la respuesta es menos precisa, pero la dirección indicada es clara, hubo un cambio de la atención desde la concreción física hacia la idea del arte. A menudo se ha supuesto que la propia concreción ya no tiene gran importancia, unas pocas declaraciones en un pedazo de papel servirán del mismo modo que una obra producida por los métodos tradicionales y en materiales tradicionalmente aceptados. Aún aquellos artistas que continúan haciendo escultura o pintura sobre tela han sido afectados por la nueva manera de pensar, ya que la obra de arte puede ser vista esencialmente como el plano de un proceso de pensamiento, una reseña visible de todos los pasos que han sido necesarios para lograr un determinado resultado final.
El arte conceptual "puro", arte sólo de declaraciones, o arte donde se pide al público que encuentre su satisfacción siguiendo al creador paso a paso en su proceso de pensamiento, sin pedir a éste que tome una forma más concreta que palabras o diagramas en papel, parece también sufrir de esta forma de impropiedad en un grado aun más fuerte. Evidentemente, la naturaleza pública de una exhibición artística muy a menudo parece inadecuada para lo que está siendo hecho por el artista conceptual.
Partiendo del uso deliberado de materiales y técnicas inapropiadas, como en el caso de Dubuffet, el arte del siglo XX ha progresado hasta un deliberado desajuste con los medios de expresión y con el marco dentro del cual existe. En parte, por lo menos, esto parece una inevitable consecuencia de las transferencias de interés desde el objeto artístico hacia el artista. El artista moderno desea estacarse cada vez más como su mejor y más auténtica creación.
El ingenio que brilla en Soy un verdadero artista, por el conceptualista británico Keith Arnatt, parece ejercido a expensas de la profesión que ha elegido. Mientras propone la cuestión de una definición válida de la realidad, como se pretende que haga, propone más peligrosamente la cuestión de una válida definición del arte. Si todos los valores residen en la personalidad del artista, que logra un momento de autorreconocimiento, y entonces le está permitido hacer cualquier demanda que desee al público, entonces no podemos protegernos de la charlatanería. Éste es un temor que ha sido expresado miles de veces desde el comienzo del movimiento moderno, pero nunca ha parecido tan válido como ahora.
Lo que ahora está en conflicto es la nueva visión que el artista tiene de sí mismo y la visión que el público tiene de él, y la lucha se hace más aguda por el hecho de que el arte de la extrema avant-garde, ahora se destaca por su casi total dependencia de la subvención gubernamental. Se ha escapado del mercado para lanzarse sobre la misericordia de la burocracia cultural. El atractivo público que tiene es el atractivo de la curiosidad. Puede ser radical en política, pero es profundamente elitista en sus actitudes para con el público.
Pero, aceptados estos defectos, uno debe reconocer que el artista moderno continúa explorando su propia humanidad y las posibilidades de la imaginación humana con admirable y aun heroica persistencia. Algunos artistas se inclinan a proponer un veredicto completamente negativo sobre el futuro del hombre, pero la mayoría todavía parece ver al arte como expresión de fe en lo que le pueda suceder a la humanidad.
El arte actual, gracias a Marcel Duchamp, atañe principalmente a la inteligencia y a las ideas por encima de la manualidad. El debate sigue abierto y su formalización responde en gran medida, a una época y contexto particulares. Lo que conduce al corazón de esta actividad que llamamos arte es la interacción práctica, no la teoría académica. El maestro Fernando Botero se alinea al lado de quienes atacan el arte conceptual: “El arte ha ido despojándose de expresión, de formas. De arte. Lo que ve uno es un proceso de pérdida que acaba con la pintura. Si Poussin dijo que Caravaggio vino al mundo a destrozar la pintura porque llevó a los lienzos a los campesinos de manos sucias y las vírgenes eran mujeres del pueblo, yo digo que Marcel Duchamp, cuando llevó un orinal a una exposición, hizo lo mismo. Con ese gesto inventó el ready made y la pereza en el arte. Acabó con todo” Estamos convencidos de que buena parte del arte contemporáneo es un engaño. Las obras que responden a problemáticas actuales no se van a acabar, como tampoco se van acabar la pintura y la escultura academicistas. Se trata de una discusión menor. Al arte no hay que buscarle significados, el arte es arte sin importar la etiqueta. Como es posible que no haya acuerdo sobre si el arte conceptual tiene o no la misma validez que la pintura y la escultura que todos reconocen como arte, lo que es evidente es que el divorcio entre los dos tipos de manifestaciones ha hecho, los museos y los festivales sean el espacio para las formas tradicionales, mientras que las galerías y las bienales lo son para las de vanguardia. Las pugnas entre tradición y vanguardia son de siempre y no será esta la primera vez que se resuelva.
Nosotros como estudiantes de una institución académica, cursando una carrera artística, nos hemos dado cuenta de las tendencias a este movimiento, por parte de nuestros mentores, estructurando el plan de estudios y aplicando esta manera de hacer pensar al estudiante, en conceptos, en argumentos, temas profundamente estudiados. Excusas que avalen la decadencia o la falta de capacidad de aplicación y manejo de las técnicas, de una persona que se está dedicando al estudio de las artes visuales.
En el peor de los casos, observo la falta de compromiso del estudiante ante tal situación, el arte es una buena factura de trabajo, una buena aplicación de técnica, debe de causar impacto, experiencias estéticas, asombro ante el espectador, y de tras de ella ese concepto que es de igual peso, por eso la idea la que orilla al artista a realizar la obra, la reflexión o cuestionamientos que se hace el artista, son los motores que hacen a un creador comprometido, realizar sus trabajos de calidad y hacer de oficio un arte.
Trabajar esos conceptos y cuestionamientos que se hace el creador, en las diferentes técnicas visuales, en busca de respuestas, físicamente planteadas en forma de series de trabajo, ejercicios de taller, bocetos, esculturas, etc.
Si tu idea la tienes bien planteada, escudriñada, periféricamente explorada, tu imaginación se va por esos caminos de creación que los artistas logran conectar, lo que llamamos proceso creativo. Te abre el panorama de la diversidad de maneras de plantear esa idea, ese concepto. Sin caer en el abismo de la pieza pobre, pero bien sustentada. La argumentación no es el telón que debe cubrir un trabajo dedicado de oficio, pero parece ser satisfacer las banalidades de los monopolios del arte posmoderno y de los líderes de los monopolios del arte, pero es en las entrañas de las academias y los talleres donde los mentores y directivos, conscientes del fenómeno conceptualista, deben abordarlo de manera equilibrada e inteligente para que la formación logre el cambio buscado y no se estanque en esta idea, tanto por los estudiantes futuros creadores como los ideales de búsqueda de todos los artistas ya formados, maestros y autónomos y quizás se logre el fenómeno de ruptura y nazca una tendencia innovadora.
MB, Pablo, reflexionas sobre una de las aristas que pocos quieren o les interesa tratar. Puntualizas las discordancias y nos muestras tu postura, la que encuentro más que pertinente. Si de algo debemos estar agradecidos del arte contemporáneo es de la ruptura con las limitantes, un arte que obligadamente tendría que estar en concordancia con su contexto y contemporaneidad, y que sin embargo, no ha sido del todo entendido o más bien ha sido entendido, muchas de las veces, como condición libertaria para que cada quien haga lo que le dé su regalada gana, sin normar absolutamente ningún criterio ni responsabilidad, que ha luchado por el desalojo de las telarañas de las mentes obcecadas en la tradición y aún se sigue dando de topes.
ResponderEliminarQue en realidad nada de esto debería preocuparnos a la hora del compromiso creativo, pero en una sociedad consumista, donde el arte es un bien económico y su mercado lo rigen exactamente los mismos intereses que el de cualquier changarro de la esquina, surgen los oportunismos y esto es de lo que debemos alejarnos. Desdeñar el pasado por viejo y abanderarnos con las vanguardias por novedosas es uno de los males comunes del artista, equilibremos esto, como bien lo dices, tomemos del pasado lo que consideremos pertinente, trabajemos en función de nuestra idea, cocinémosla con un ejercicio pertinaz, aderecémosla con autocrítica y el resultado puede que no necesite de conceptos para apuntalarla.
Lo venturoso de lo contemporáneo estriba en el camino desazolvado que nos brinda, para crear con la mejor herramienta que es el compromiso y la honestidad.
Felicidades
Roberto Rosique